domingo, marzo 25, 2007

La crucifixión de San Pedro


LA CRUCIFIXIÓN DE SAN PEDRO

Nos hallamos ante una de las obras maestras del barroco italiano. Se trata de un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones.

El dibujo queda desleído al fundirse las formas de algunos personajes con el negro intenso del fondo.

Los colores adquieren un protagonismo especial. Toda la composición está compuesta a base de colores cálidos que magnifican la proximidad física de la escena y nos sumerge en la acción.

La luz, procedente de un único foco, se concentra, como es tan característico en el barroco, en la figura central. Entretanto, todo aquello que queda fuera del alcance de la luz directa se funde en la más profunda sombra que alcanza el negro puro. Ésta es la técnica, tan propia de Caravaggio, conocida como Tenebrismo.

Dado que toda la composición se centra en una escena próxima, no podemos apreciar la perspectiva aérea. Sin embargo, el brazo de San Pedro se acerca a nosotros en un ligero escorzo que también nos remite al Barroco.

La disposición espacial de los personajes en el lienzo presenta una disposición en forma de aspa. Dos marcadas diagonales se cruzan en un punto central ligeramente desplazado hacia la izquierda. Las composiciones que cuentan con diagonales transmiten una intensa sensación de dinamismo y ésta es una característica propia del Barroco.

El tema está concebido, como es característico del barroco, con un intenso dramatismo acentuado por la disposición de la luz y la tensión de la musculatura de los sayones y lo forzado de las posturas de todos los personajes.

Todo lo dicho nos lleva a asegurar que la presente obra es “La crucifixión de San Pedro” de Caravaggio y está encuadrada dentro del tenebrismo barroco de principio del siglo XVII.

El siglo XVII es un siglo de crisis para la iglesia que no acaba de superar la Reforma. En una acusada huída hacia delante, el Vaticano emprende una carrera constructiva para reforzar su imagen de poder. La ciudad de Roma es escenario de esta demostración de poderío. Se construyen docenas de templos y son reformados otros tantos. La utilización de materiales más pobres de los habituales debido a la profunda crisis económica no parece disuadir a los papas de este siglo en su fiebre edilicia. El propio Vaticano es concluido con una fachada sobredimensionada y una espectacular columnata de forma elíptica que parece representar un simbólico abrazo de la Iglesia de San Pedro a sus fieles.

En países como España e Italia, los temas religiosos constituyen el grueso de los encargos y la Iglesia es el principal mecenas del arte barroco en ambos países.

San Carlos de las Cuatro Fuentes


SAN CARLOS DE LAS CUATRO FUENTES es una de las obras claves del Barroco italiano. Obra de Borromini, fue erigida en Roma a mediados del siglo XVII. La fachada del templo, construida en piedra con un aparejo regular, constituye un paradigma del barroco italiano. Dividida en dos tramos separados por un friso que contiene, en latín (IN HONOIS TRINITATEM ET CAROLI MDCLVI), una dedicatoria y la fecha de su consagración (1666), cada uno de los pisos está jalonado verticalmente por cuatro columnas de orden compuesto gigante (fuste liso y capitel corintio). El piso inferior se halla dividido a su vez en dos niveles: en el inferior encontramos dos óculos elípticos ocupando los intercolumnios externos mientras que el intercolumnio central contiene la puerta de acceso, adintelada y flanqueada por sendas columnas compuestas sobre podio. En el segundo nivel de este tramo bajo, tres hornacinas contienen las imágenes de santos. El tramo superior repite el esquema del inferior aunque las columnas son más cortas. Las hornacinas aparecen vacías y el hueco central, sobre la puerta de entrada, está ocupado por una ventana (precedida por un antepecho) y un medallón elíptico vacío que corona la fachada. Por encima de una segunda cornisa, un estrecho ático ligeramente retranqueado culmina el conjunto del frontispicio.

Pero la mayor singularidad que presenta este edificio son las curvas que describe la fachada. La nave central aparece adelantada y el friso y la cornisa que separa los dos tramos remarca la ondulación del paramento. La segunda cornisa acentúa aun más la sensación de curvas del muro.

Tanto las columnas compuestas de orden gigante, como la curvatura del muro y los vanos y el medallón de forma elíptica nos recuerdan que el diseño es prototípico del Barroco tan propenso al uso de las elipses y las columnas gigantescas.

(Como no dispongo de más información, porque estoy haciendo el examen, no puedo saber cual es su planta).

La fiebre edilicia que parece afectar a Roma a lo largo del siglo XVII es una muestra del afán de la Iglesia Católica por demostrar su poder. Muy debilitado por las constantes luchas contra los Reformistas, el papado se empeña en demostrar su poder construyendo fastuosos templos y palacios aunque en muchos casos, la apariencia de lujo y poder encubre la pobreza de los materiales (ladrillo, estuco) que prueban el mal momento económico de la iglesia. Este esfuerzo constructivo va a dar origen a muchos templos emblemáticos y monumentos que sembrarán la ciudad de hitos que harán historia.

El resto de Europa, sumida en el conflicto de la guerra de los Treinta Años, contempla la caída del Imperio Español y el asunción del relevo por la Francia de Luís XIV que dará comienzo a uno de los periodos de mayor peso político del país galo en la política europea. Mientras tanto, España atraviesa una profunda crisis económica que, heredada del siglo anterior, se hace crónica a la que se suma el desánimo moral que supone la pérdida de la primacía política en el viejo continente.

El palacio de Carlos V


PALACIO DE CARLOS V EN LA ALHAMBRA DE GRANADA

El edificio ante el que nos encontramos es un magnífico ejemplo del Renacimiento clasicista propio de los siglos XV y XVI. La construcción está hecha en piedra y mármol que nos sugieren un edificio costoso en cuya construcción no se han escatimado medios.

Fascinado por la belleza del paraje, Carlos V, que visita la Alhambra en su viaje de novios, encarga a un afamado arquitecto pintor, escultor de su tiempo, Pedro Machuca, este edificio concebido como residencia del monarca en los periodos que éste pasase en Granada. Machuca, que ha trabajado en Roma con Bramante y Miguel Ángel, ha quedado impresionado por el nuevo estilo y plasma en su diseño un edificio prototípico del clasicismo renacentista.

Las obras comienzan en 1527 y se prolongan por más de siglo y medio, por lo que ni el arquitecto llegará a verlas concluidas, ni el emperador disfrutará de una estancia en sus instalaciones. Sin embargo, los sucesivos arquitectos que se harán cargo de la obra respetarán con bastante fidelidad el esquema original propuesto por Machuca.

El resultado final, que podemos apreciar en la imagen es un edificio de proporciones rigurosamente renacentistas con una fachada dividida por una definida cornisa longitudinal que resalta la horizontalidad de la construcción para dividir el paramento en dos mitades de dimensiones similares. La mitad inferior del muro, de sillares regulares, está acabada en un fortísimo almohadillado que sugiere robustez y fuerza. La parte superior, cubierta por amplios ventanales, se halla jalonada por pilares adosados que simulan un podio en la parte inferior y están coronados por capiteles jónicos escogidos como orden para el exterior.

Los vanos de todo el perímetro son adintelados en el caso de ventanas y puertas aunque sobre cada ventana del piso superior se abren sendos óculos circulares para aumentar la luminosidad del interior. La rítmica y armoniosa repetición de los vanos, y de los elementos sustentantes nos transmite una sensación de orden y estabilidad muy buscada por los autores de clasicismo renacentista. En tanto que las ventanas del piso inferior presentan un dintel sencillo, las del piso superior alternan frontones triangulares con cornisas en sus dinteles.

La puerta principal también es culminada por un frontón triangular con tímpano decorado por relieves y sus jambas repiten el motivo del pilar adosado con capitel jónico. Todo el conjunto se encuentra flanqueado por columnas pareadas de orden jónico, peraltadas sobre plinto en las que se apoya un sencillo friso carente de decoración.

La planta del edificio es otra de las singularidades de esta construcción, ya que mientras el exterior presenta un trazado cuadrangular, el patio interior rodeado de una impresionante galería de columnas en sus dos niveles, es de planta circular. Con esta conjunción de figuras geométricas consideradas perfectas por los cánones constructivos del siglo XVI vinculando éstas con las características del reinado del monarca español.

La decoración es la que cabría esperar en un monumento de este tiempo: los propios elementos arquitectónicos, sabiamente alternados y dispuestos constituyen los únicos motivos decorativos. Especialmente en la parte inferior. El segundo piso, construido a finales del mismo siglo y principios del XVII presenta algunas decoraciones manieristas o barrocas en los dinteles de las ventanas aportadas por los arquitectos que continuaron la labor del toledano.

Durante el reinado de Carlos V, cargado de problemas con una nobleza que no aceptaba de buen grado el nuevo papel que la monarquía absoluta encarnada en el Austria (rebelión de los comuneros) y los conflictos con Francia que ya eran tradicionales entre ambos reinos (las cinco guerras con Enrique II y Francisco I), el estilo predominante en la construcción era aún el gótico, considerado el “arte cristiano” por excelencia. Es notable que, pese a ello, las obras realizadas en estilo clásico por los arquitectos españoles del tiempo constituyan algunos de los más bellos ejemplos de pureza del clasicismo renacentista como en el caso de la Catedral de Jaén, la de Granada o este mismo palacio.

jueves, marzo 01, 2007