domingo, marzo 25, 2007

El palacio de Carlos V


PALACIO DE CARLOS V EN LA ALHAMBRA DE GRANADA

El edificio ante el que nos encontramos es un magnífico ejemplo del Renacimiento clasicista propio de los siglos XV y XVI. La construcción está hecha en piedra y mármol que nos sugieren un edificio costoso en cuya construcción no se han escatimado medios.

Fascinado por la belleza del paraje, Carlos V, que visita la Alhambra en su viaje de novios, encarga a un afamado arquitecto pintor, escultor de su tiempo, Pedro Machuca, este edificio concebido como residencia del monarca en los periodos que éste pasase en Granada. Machuca, que ha trabajado en Roma con Bramante y Miguel Ángel, ha quedado impresionado por el nuevo estilo y plasma en su diseño un edificio prototípico del clasicismo renacentista.

Las obras comienzan en 1527 y se prolongan por más de siglo y medio, por lo que ni el arquitecto llegará a verlas concluidas, ni el emperador disfrutará de una estancia en sus instalaciones. Sin embargo, los sucesivos arquitectos que se harán cargo de la obra respetarán con bastante fidelidad el esquema original propuesto por Machuca.

El resultado final, que podemos apreciar en la imagen es un edificio de proporciones rigurosamente renacentistas con una fachada dividida por una definida cornisa longitudinal que resalta la horizontalidad de la construcción para dividir el paramento en dos mitades de dimensiones similares. La mitad inferior del muro, de sillares regulares, está acabada en un fortísimo almohadillado que sugiere robustez y fuerza. La parte superior, cubierta por amplios ventanales, se halla jalonada por pilares adosados que simulan un podio en la parte inferior y están coronados por capiteles jónicos escogidos como orden para el exterior.

Los vanos de todo el perímetro son adintelados en el caso de ventanas y puertas aunque sobre cada ventana del piso superior se abren sendos óculos circulares para aumentar la luminosidad del interior. La rítmica y armoniosa repetición de los vanos, y de los elementos sustentantes nos transmite una sensación de orden y estabilidad muy buscada por los autores de clasicismo renacentista. En tanto que las ventanas del piso inferior presentan un dintel sencillo, las del piso superior alternan frontones triangulares con cornisas en sus dinteles.

La puerta principal también es culminada por un frontón triangular con tímpano decorado por relieves y sus jambas repiten el motivo del pilar adosado con capitel jónico. Todo el conjunto se encuentra flanqueado por columnas pareadas de orden jónico, peraltadas sobre plinto en las que se apoya un sencillo friso carente de decoración.

La planta del edificio es otra de las singularidades de esta construcción, ya que mientras el exterior presenta un trazado cuadrangular, el patio interior rodeado de una impresionante galería de columnas en sus dos niveles, es de planta circular. Con esta conjunción de figuras geométricas consideradas perfectas por los cánones constructivos del siglo XVI vinculando éstas con las características del reinado del monarca español.

La decoración es la que cabría esperar en un monumento de este tiempo: los propios elementos arquitectónicos, sabiamente alternados y dispuestos constituyen los únicos motivos decorativos. Especialmente en la parte inferior. El segundo piso, construido a finales del mismo siglo y principios del XVII presenta algunas decoraciones manieristas o barrocas en los dinteles de las ventanas aportadas por los arquitectos que continuaron la labor del toledano.

Durante el reinado de Carlos V, cargado de problemas con una nobleza que no aceptaba de buen grado el nuevo papel que la monarquía absoluta encarnada en el Austria (rebelión de los comuneros) y los conflictos con Francia que ya eran tradicionales entre ambos reinos (las cinco guerras con Enrique II y Francisco I), el estilo predominante en la construcción era aún el gótico, considerado el “arte cristiano” por excelencia. Es notable que, pese a ello, las obras realizadas en estilo clásico por los arquitectos españoles del tiempo constituyan algunos de los más bellos ejemplos de pureza del clasicismo renacentista como en el caso de la Catedral de Jaén, la de Granada o este mismo palacio.